Segunda

“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43)

Por Marta Oria de Rueda Molins*

“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).Es noche cerrada aunque el reloj de La Seo marca las diez. «Dong, dong, dong»… Siempre tres minutos después que el del Pilar. Los tambores, al otro lado del Ebro, anuncian, como cada año, lo inenarrable: Cristo, Hijo de Dios, morirá en la cruz. La puerta automática de la capilla se abre. Dentro, sostenido por dos ángeles, el mayor Misterio de la humanidad espera. Distintos pares de pies se arrastran pesadamente por el suelo hasta detenerse cara a cara con Cristo. Fantasmas que vagan en la oscuridad de la noche, y sin saber por qué, o quizás sí, entran unos instantes a ver la luz. No entienden, no saben, pero sienten. Una mujer se deja caer en el último banco. Suspira. Inercia de la vida. El peso de una cruz que no es de madera. Y al levantar la mirada, se encuentra con Él. Cara a cara. Silencio en la capilla. Gritos interiores.

Señor… mírame bien. No puedes perdonarme. No puedo perdonarme. Ni siquiera puedo mirarlos. Los veo correr, gritar, en sus sillitas, con sus tres años en ese dedo chupado… es imposible. Yo lo maté en mis propias entrañas. Seguro que tenía mis azulados ojos y ahora, ahora una vida como la mía… ya no puede valer…

«Mira, aquí estoy, por ti, solo por ti, y si tú quieres….. solo si tú quieres estarás hoy conmigo en el Paraíso».

Unas lágrimas se ahogan en las pupilas sin llegar a correr. Se da cuenta y nerviosamente recoge su bolso antes de marcharse atropelladamente, avergonzada. Volverá. Sabe que ahí hay alguien que la escucha, y la conoce, incluso en lo más hondo. Al salir, choca con unos pasos vacilantes que se acercan y se quedan de pie al final.

Señor, ya tengo todo, y sin embargo… bien sabes de mi infelicidad más que nadie. Jubilado, con hijos, casas, coches, viajes, salud… y con una vaciedad desesperanzada que me invade el corazón…

«Mira, aquí estoy, por ti, solo por ti, y si tú quieres….. solo si tú quieres estarás hoy conmigo en el Paraíso».

Sus ojos se clavan en la Forma. Ahí están todas las respuestas. Ahí está la felicidad inagotable. Pero, ¿cómo llegar a ella?

Unos tacones altos se detienen fuera prudentemente antes de que la puerta con vida propia se abra. Es el cuarto día que se detienen ante ella. Arrancan el paso y se alejan… para volver. Total, por entrar no se pierde nada. Será sólo un momento. Clok, clok, clok… Silencio. Nerviosismo. Mira a su alrededor. En el lateral hay una cruz con un Cristo agonizando en madera pintada. También hay cámara de seguridad, y un alabastrado retablo en relieve de la Última Cena. Lo sabe. Su madre se lo enseñó. De pronto su mirada se fija en un punto blanco, justo en medio del altar. Aún no había reparado en él. Sorpresa. Embelesamiento. Se sienta. La vida, por primera vez en muchos años, se detiene.

Em.. ¿ya está? Oh… vaya. Bueno, yo… no sé qué decir. Cuando era pequeña decía: «Jesús, estoy aquí, junto a ti, ¿Qué quieres de mí?» pero ahora, después de tantos años… no lo sé. Tal vez debería haber venido antes, tal vez no debería haber entrado; han pasado tantas cosas y tantas personas por mi vida. Si tuviera a alguien con quien compartirla de veras; verás, son tantos los hombres…

«Mira, aquí estoy, por ti, sólo por ti, y si tú quieres….. solo si tú quieres estarás hoy conmigo en el Paraíso».

Se queda un largo rato, desahogándose, descargando esa pesada cruz que transporta consigo día sí, día también, a todos lados. No son cruces que cojan otros para que descanses. Solo Aquel que la ha llevado antes, conoce el dolor, el sufrimiento. Sólo Él puede coger la tuya y llevarla sobre sí junto a ti.

Unas ruedas derrapan en la puerta. Dos pies, probablemente con deportivas anchas y cordones fosforitos saltan a la par levantando un skateboard unos centímetros, para caer con fuerza en el suelo y alejarse. La gorra virada con la visera en la nuca ambiciona otorgar más edad al quinceañero desafiante que se rebela contra el mundo. Saltos desde la escalinata que nivela el terreno. Juventud. Esperanza. Inconsciencia. Se aleja rápidamente de lo que hay tras la puerta, que viendo las ansias del joven por ver qué ofrece el mundo, no tiene tiempo de abrirse.

«Mira, aquí estoy, por ti, solo por ti, y si tú quieres….. solo si tú quieres estarás hoy conmigo en el Paraíso».

* Estudiante de periodismo, Universidad San Jorge.