Tercera

“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27)

Por Patricia Moreno Mecerreyes*

“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27).De las siete palabras de la Pasión del Señor, la tercera “Mujer, ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre” es en la que se hace patente de una manera especial y evidente la figura de Dios Padre, misericordioso y amante sin límites del ser humano. Dios, viendo que sus alianzas con el pueblo de Israel no prosperaban a pesar de sus esfuerzos (Noé, Abraham, Moisés…) se propone entablar una alianza férrea, indestructible, que lo mantenga ligado por todos los tiempos con la humanidad, aquella a la que tanto ama. Esa Alianza es el mismo Cristo y María es el Arca de la Alianza, la que lo lleva en su seno durante la gestación, lo educa durante su niñez y lo sostiene durante su pasión. Con Cristo viene la resurrección, de ahí que sea una alianza indestructible, en la que María tiene un papel primordial.

Al pie de la cruz, deshecho por el dolor de todos nuestros pecados, ensangrentado por cada una de nuestras infidelidades y muriendo para abrirnos el camino hacia la casa del Padre, Cristo se dirige a María y la llama Mujer, la podía haber llamado Madre, pero no la interpeló de ésa manera. Ella es ‘La Mujer’, el prototipo, el ideal más sublime de mujer, aquella de quien se dijo que su linaje aplastaría la cabeza de la serpiente. Una mujer valerosa, que tiene puesta su confianza en Dios, que no le importa perder su honor, su familia, sus amistades o sus posesiones si es por amor a su Hijo. Él está por encima de su bienestar, de sus comodidades, de sus anhelos… porque su Hijo es su mayor anhelo. Cuando María se quedó embarazada tuvo que salir de su casa, huir de su aldea, no tenía un sitio donde pasar la noche, ni ropa o cuna con la que poder recibir a su Hijo, si el aborto hubiera estado tan extendido como lo está ahora en nuestra sociedad, de seguro le habrían dicho ‘aborta, te va a destruir la vida, José te dejará por haberle engañado, te vas a quedar sin casa, sin esposo, sin trabajo, sin nadie en quien apoyarte, tu familia no te va a querer, vas a ser una mancha para ellos… lo mejor que abortes y sigas adelante con tu vida’. María no recibió este tipo de consejos, pero la consecuencia de su embarazo era morir apedreada. Sin embargo, ella nos da ejemplo de lucha, de coraje, de fuerza, de paciencia, de humildad y todo ello sazonado con el ingrediente estrella: el amor. En esto consistió su vida y como buena madre que es muestra la fórmula de su vida, para que la podamos acoger: confianza en Dios, en su protección.

La primera protección que nos da Cristo es precisamente a María, en ese instante  nos entrega a su Madre, a esa Madre que quiere con locura, que ha sido su apoyo durante la Pasión, que lo ha cuidado en su niñez y que ha sufrido con Él todo su dolor como hombre y como Dios. Nos la entrega a nosotros sus verdugos, pero también sus hermanos, para que a partir de ahora acudamos a ella, la adoptemos como nuestra Madre, pidamos su consuelo cuando la culpa, la tristeza o el dolor nos invada, compartamos con ella nuestras alegrías y logros. María es el camino, el medio a través del cual llegamos a Él, porque Dios siente debilidad por ésta alama pura y amantísima.

Los Santos Padres coinciden en que San Juan está representando a la humanidad en el momento en el que Cristo le dice “… ahí tiene a tu madre”, por lo tanto Jesús moribundo, nos dijo a ti y a mí que cuidásemos de su madre. No significa que Jesucristo constituyera a la Virgen como Madre nuestra en aquel instante, sino que puso de relevancia éste hecho que existe desde el momento en el que María se quedó embarazada. El fruto de su vientre, es decir, Jesucristo, es la Cabeza del Cuerpo Místico, de la Iglesia y si ella es la Madre física de la Cabeza del Cuerpo Místico, es también la Madre espiritual de todos los miembros del Cuerpo Místico, La Iglesia.

Dios establece un vínculo de mutua protección entre la madre y el hijo. Una protección fruto del AMOR. Un amor inscrito en los corazones de todos los hombres por gracia de Dios, y que te llama por tu nombre y te pide que le correspondas.

* Periodista, Universidad San Jorge.