Séptima

“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46)

Por Enrique Antonio Ester*

“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46)“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”, comenta la escritura.

Dios es un Dios apasionado por el hombre, por la humanidad. Jesús nos revela el auténtico rostro de Dios. El rostro de Dios es el rostro del amor encarnado. La comunicación de Dios es la palabra encarnada, la palabra que se expresa y crea, la palabra enunciada. Esa palabra que expresa el ser de Dios no es otra que “Amor”, “Amaos”. Las palabras expresan el ser, son manifestación de lo que se es. El ser de Dios es amor. Las últimas palabras que los evangelistas ponen en boca de Jesús fueron: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Jesús, el Hijo de Dios, muere por blasfemo, es decir, es condenado por decir, expresar, comunicar, una imagen de Dios contraria a la establecida. Es llevado al patíbulo en el nombre del mismo Dios. Por salvaguardar al Dios vivo y verdadero, Jesús es asesinado. En defensa de Dios, Jesús es crucificado. La religión condena a Jesús. En nombre de Dios, con el pretexto de Dios, se han ejecutado a muchos hombres en la historia. Pero Jesús comunica no solo con sus palabras, sino con su testimonio de vida, quién es Dios mismo. El Dios de Jesús, es el Dios del amor, de la entrega. Es el Dios que sólo pide que nos amemos: Este es mi mandato nuevo; que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, en esto, sólo en esto conocerán que sois mis discípulos”. Es el Dios que es capaz de perdonar en la cruz: “Perdónales porque no saben lo que hacen”. Dios es el Dios del perdón, de la misericordia. El perdón es una de la características intrínsecas de Dios. Jesús decía: “Yo tampoco te condeno. Vete en paz”. Jesús en la cruz, en la entrega máxima, en el diálogo íntimo con el Padre, revela definitivamente, cómo su ser es perdón y misericordia.

El problema es que muchas veces caminamos, actuamos, vivimos la vida con rumbos, direcciones, sentidos errados. No sabemos lo que hacemos. En la vida es necesario el discernimiento, contrastar nuestros pasos para poder evaluar si realmente la dirección es la correcta. Pablo de Tarso comentaba: “Discernir mediante la renovación de vuestra mente”. Renovar la mente es contrastar, es salir de uno mismo, tomar perspectiva, para poder ver el cuadro de nuestras vidas.

Uno de los criterios que puede, sin duda, ayudarnos a discernir es la vida y palabras de Jesús. Es decir, tomar como referencia, los valores y actitudes de alguien que nos enseña a ser plenamente humanos. De alguien que solo ha sabido entregarse y darse totalmente por amor. Vivir la vida, confrontarla desde criterios como el perdón, la misericordia, el amor incondicional a los hombres. Tomar a Jesús como referencia, en nuestro caminar, en nuestras actitudes, en nuestros valores personales, es algo que no solo no nos hará ningún daño, sino que nos ayudará a encontrarnos con la esencia de la verdadera humanidad.

* Delegado de Medios de Comunicación de la Archidiócesis de Zaragoza.